La mezcla de músicas, el sevillano calor sofocante, típico de estas fechas, y el “gracias por esta velada” que le regaló en aquel rincón del oscuro bar mientras se sentaban en el mal tapizado banco que había junto a la pared verde lo sumieron en una profunda reflexión acerca del cariño y del amor y sus connotaciones.
Mientras miraba la tela blanca que hacía las veces de pantalla donde se proyectaban los vídeos musicales se dejaba apresar por las ensoñaciones de una vida con ella a su lado.
Ella, ajena a todas las cábalas que entrechocaban en su cabeza produciendo ruido de metales, se entretenía mirando al vacío, dejándose seducir por las melodías que, de ser densas, hubiesen colapsado el bar. Se sentía bien por primera vez en la semana y eso se hacía patente en la sonrisa que esbozaba. En algún momento de la noche -ella no recuerda cuándo- se inclinó hacia adelante y colocó los codos en las rodillas, apoyando la barbilla en sus manos.
Él sin embargo lo recuerda perfectamente y podría decir hora, minuto y segundo en el que por primera vez clavó los ojos en su hombro izquierdo y en la parte descubierta de su espalda, notando cómo la urgencia del beso surgía en la boca de su estómago y reptaba buscando la salida.
Pero como no todas las historias de amor tienen final feliz dejó morir aquel beso y prefirió acallar su boca a tener que enfrentarse a otras lenguas afiladas.
Al día siguiente lo vi pasar con la derrota en la mirada y la amargura de una muerte en los labios.
Si al menos hubiese hecho acopio de fuerzas…
<3 Nos pasa...
ResponderEliminarLas historias de amor deberían tener todas un final feliz. Dura época ésta que hasta para dar un beso hay que reprimirse y, a veces, darlos con la mirada (aunque bello) no es suficiente.
ResponderEliminarTe dejo un beso con o sin permiso, no me importa "el qué dirán".
Tienes razón deberían...
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