Érase una vez un monstruo que vivía tranquilamente en la ladera oeste de una montaña. En la ladera este de la montaña vivía otro monstruo. Los monstruos se hablaban a veces a través de un agujero de la montaña. Pero nunca se habían visto.
  Una tarde el primer monstruo dijo:
  - ¿Has visto qué bonito? el día se marcha   
- ¿Que el día se marcha? - respondió el segundo monstruo - ¡Querrás decir que la noche llega, ceporro!    
- ¡Zopenco! ¡No me llames ceporro que me enfado!
  Saltó el primer monstruo. Y se quedó tan disgustado que casi no pudo dormir. El otro monstruo estaba también muy irritado y durmió muy mal. A la mañana siguiente el primer monstruo se sentía fatal después de la mala noche que había pasado. Se acercó al agujero y gritó:
  - ¡Despierta, melón, que se acaba la noche!   
- ¡No seas estúpido, cerebro de mosquito! - contestó el segundo - Eso es que el día viene. Y agarró un piedra y la tiró por encima de la montaña.    
- ¡Tienes muy mala puntería, palurdo! - gritó el primer monstruo cuando la piedra cayó sin darle. Buscó otra piedra más grande y la lanzó.
  También esta piedra falló. - ¡No tienes nada que hacer, patán, peludo, narizotas! - aulló el segundo monstruo, y arrojó un pedrusco que desmochó la cima de la montaña.
  - ¡Eres un buñuelo de viento rancio y pringoso! - gritó el primer monstruo lanzando una roca que desprendió otro pedazo de la montaña.   
- ¡Y tú eres un alcornoque viejo y renegrido! - replicó el segundo monstruo. Esta vez, por variar, le dio una patada a una piedra enorme.
  A medida que avanzaba el día las piedras iban siendo cada vez más grandes y los insultos cada vez más largos. Los dos monstruos seguían ilesos, pero la montaña se iba desintegrando.
  - ¡Eres un zoquete peludo, cebón, cabeza hueca y mandón! - gritaba el primer monstruo tirando una roca gigantesca.
  Esa roca terminó por destruir lo que quedaba de la montaña y los dos monstruos se vieron por primera vez. Esto ocurrió precisamente cuando empezaba una nueva puesta de sol.
  - ¡Increíble!  - dijo el primer monstruo soltando la roca que tenía entre las manos - Ahí llega la noche, tenías razón.   
- ¡Asombroso! - resopló el segundo monstruo dejando caer su pedrusco - Tienes razón, es que el día se va.
  Se reunieron en medio del desastre que habían organizado y contemplaron la llegada de la noche y la marcha del día.
   
 
  - Pues ha sido bastante divertido - rió el primer monstruo.   
- ¿Verdad que sí? - rió el segundo - ¡Lástima de montaña!.
  Cuento: “Los dos monstruos” de David Mckee
     
  No estaría mal que volviéramos a ser amigos
  (Y ya no escribo más, que después lo lees…)