El día pintaba feo, nublado y amenazante, y yo no tenía ganas de viajar porque me adolece este pesimismo, compañero de trayecto estos últimos días. Como agravante el madrugón, que me hizo comenzar con un humor de perros, y el pesado “equipaje” que tenía que cargar yo solo en el coche, que está una planta por debajo del suelo, viviendo yo en un noveno (por encima, claro está).
- Habrá que ponerse en marcha y que sea lo que Dios quiera – pensé – todo sea por Haití y por mis hermanos, que ya se han comprometido a ir.
Así que allá voy, camino de Sevilla, de mal humor, pesimista y con lluvia porque el cielo cumplió su amenaza, pero confiado en el cambio con esperanza (que dicen que es lo último que se pierde)
Dos horas y pico, casi tres, llegué al lugar indicado, previa pérdida por Sevilla, callejeo y demás, y lo primero que me encontré fue un abrazo de Alfonso (mentira, lo primero que encontré fue un aparcamiento en la puerta, pero ese es un detalle fútil [vamos, usen el diccionario… baladí, trivial, nimio, despreciable… fútil]) También me encontré con el inminente montaje de las luces y el sonido de la vigilia, todo a nuestro cargo y empezamos nuestro “ora et labora” particular. Montado y desmontado el puente de luces porque al final no nos sirvió, y montadas las “T” donde definitivamente colgamos los focos, fui a lavarme las manos y de nuevo otra sorpresa: ¡Vero y Vargas allí, después de más de un año sin vernos! (“Eres el hombre que más alegría me ha dado encontrarme en la puerta de un cuarto de baño, te lo aseguro” le dije a Vargas)
Pasó el día entre luces y cables y cuando quisimos darnos cuenta se nos había echado la tarde-noche encima y habían llegado casi todos nuestros hermanos con la consecuente bienvenida y alegría. Así que llegó la misa y con ella la Vigilia: “Haití te necesita a ti”. Nos necesitaba (y nos necesita) a cada uno de nosotros y respondimos lo mejor que supimos.
Pero a mí me esperaban más grandezas: cantar con Ixcís después de meses, emocionarme con la voz dulce de Almudena, abrazarme a Judith, dejarme arrastrar por Pedro una y otra vez a los micrófonos para compartir canto y vida con Brotes de Olivo, Almudena, Pedro Sosa, Nico y Migueli… (“Venga Curro, ¿vamos a cantar?” me decía)
Soy incapaz de contar todo lo sentido pero no de cantarlo: “El Señor es mi pastor”, “Yendo contigo”, “Más que un sueño”… Cada una de las melodías me cantaban a mí, a lo que sentí. Y fue grande, inmenso, un estallido de la fe y la música que llevaba dentro.
Y terminó, como termina todo lo bueno, en un suspiro, y me dejó un sabor a Vida (con mayúsculas) que aún hoy paladeo y un deseo generalizado de repetir la experiencia más a menudo.
“Haití te necesita a ti” rezaba el lema pero yo necesitaba la Vigilia para despertar de nuevo.
No sé cómo llegué a Málaga al final de esa noche, si en coche o levitando.
El fruto de todo esto sólo Dios lo sabe, rezaremos por que sea abundante.
Gracias a todos y cada uno de mis hermanos por la experiencia compartida. De verdad, GRACIAS.
(de la oscuridad a la luz en el mismo día)
Uif! me alegro!! una alegría ante tanto gris último.
ResponderEliminarUn luminoso saludo, Curro.