Todo es igual.
Me levanto a las siete de la mañana y me digo a mí mismo: “cinco minutitos más…” Ando cabizbajo por mi casa intentando que no me aplaste el peso del madrugar; me lavo la cara y me pongo el uniforme para salir a trabajar; conduzco; hago la ruta que me toca, llego al centro y doy los buenos días en facebook; Pienso: “qué ganas tengo que den las seis de la tarde”; entro al taller; pongo el trabajo; me siento al ordenador; hablo con ellos; desayunamos; se prepara el té; volvemos al taller; se llega la hora del almuerzo; me acuesto en el sofá de la residencia en mi tiempo libre; pasa el resto de la jornada tan lento que cada segundo parece que pasa delante de mí y me sonríe; definitivamente llegan las seis; vuelvo a mi casa; meriendo; enciendo el pc; patino o paseo o juego a la consola o ando en bicicleta o compongo canciones… Voy a un concierto; paso la tarde; río; disfruto; salgo con los amigos; recibo abrazos (recibo abrazos); canto; vivo… Acaba el día y duermo, a la espera del día nuevo.
Todo es igual.
Pero gris.
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