… Comprendí que mi naufragio se parece al cuento del burro que, despistado, cayó a un hondo pozo seco, y el dueño, viendo sufrir al pobre animal y habiendo intentado por todos los medios sacarlo de allí abajo sin ninguna fortuna, decidió que lo mejor sería enterrar al burro para que no muriera de hambre y así tapar el pozo para que ningún otro animal de su granja quedara atrapado.
Al principio el burro lloraba y rebuznaba al ver su triste suerte y su horrible final, pero cuando ya llevaba casi la mitad de las patas enterradas y el lomo lleno también de tierra, aceptó su situación y no se dejó derrotar, sacudiéndose enérgicamente el lomo para tirar la tierra al fondo y posando sus patas sobre ella, compactándola y subiendo así unos centímetros hacia arriba.
El dueño, comprendiendo la nueva actitud del burro lanzaba más paladas de tierra sobre él para que consiguiera llegar a la parte superior del pozo. Cuando quedaban escasos metros para alcanzar la superficie, el dueño tuvo ya oportunidad de sacar al burro del pozo, consiguiendo también taparlo para que no volviera a suceder nunca. Tomó a su animal y lo condujo a su establo para que descansara y celebró su hazaña.
Esta vida es muy bonita como para centrarse en el dolor del golpe de la arena sepultándote.
Dedicado a las personas que en estos momentos naufragan conmigo
ese burro es listo, pero nunca me han caido bien los burros, ¿podemos tomar la misma anécdota con una cabra?... tampoco me gusta... ¿un gallo?... jo! ¿por qué no me gustan los animales de granja?
ResponderEliminarCurro Ayllón! ¿quieres más tierra? jijiji
Buen Cuento para Pensar!
ResponderEliminarAtentos! para dar "paladas de tierra" a quien lo necesite.
Un triunfador abrazo, Curro.
Me quito el sombrero, la rebequita y lo que haga falta. Será cuestión de subir y de ir dejando tierra bajo nuestros pies. Parece mentira, pero a veces, cuando te intentan hundir, resulta que te están rescatando.
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