domingo, 30 de agosto de 2009

Necesito

094 Necesito

Necesito urgentemente el mes de Septiembre, que me trague la rutina, que me ataque el despertador cada mañana. Necesito levantarme y conducir pesado, y quejarme del trabajo y desear vacaciones. Anhelo tener menos tiempo para mí y luchar contra el calendario, y arañar minutos al reloj para hacer los “deberes” del día. Me urge ocupar las manos y despejar la cabeza, empezar a pensar en el plural de la tercera persona y dejar de rondarme el ombligo, dejar de esconderme y salir al mundo, y darle la mano y ofrecerle una tregua, y luchar día a día, y volver a quererme, y sonreír algo más. Preciso viajar para disfrutar de mis hermanos y no para huir de una vida que me pilla a contrapié o como remedio para mis males, hacer nuevo cada viaje y no entender eso de “que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver” Quiero sentir a Dios cercano otra vez y dejar de vivir de lo vivido y conformarme con poco.

Necesito normalidad, si es que mi vida ha sido “normal” alguna vez.

 

También las almas -como los ríos y las plantas- necesitan un tipo diferente de lluvia: esperanza, fe, razón de vivir.

Cuando todo esto no sucede, todo en aquella alma muere, aun cuando el cuerpo continúe vivo; y las personas pueden decir que «aquí, en este cuerpo, hubo un hombre».

La quinta montaña – Paulo Coelho

lunes, 24 de agosto de 2009

“Plan-Mojito”

El día de ayer prometí estar aburrido. La tarde me rondaba la ventana animándome a asomarme y mirar al cielo, pero yo estaba más centrado en dolerme de mi “colisión” y sus correspondientes contusiones, cuando de pronto un mensaje inesperado apareció en la pantalla de mi ordenador: “El plan de hoy es mojito en la playa, ¿te apuntas?”. - Vaya, voy a tener que romper mi promesa – pensé. Silvia sabe siempre por donde atacar. Sus inocentes proposiciones y su desenfadado tono son parte de su infalible “táctica de combate”. Ella sabe lo que se hace, y aunque conoce de sobra que el alcohol y yo somos malos amigos, su propuesta era todo lo tentadora que necesitaba: “echar la tarde entre risas y en buena compañía”. Un poco más de tiempo me hubiese venido genial, pero a Silvia le encanta «ese estrés tonto» (palabras textuales) que acompaña a la época de feria, así que tuve que darme una ducha exprés y una friega de “réflex” como pude para soportar la tarde, para luego disimular el característico olor con unas gotitas (o más) de colonia, vestirme con lo primero que vi en el armario y bajar a marchas forzadas al coche para recogerla e ir a la radio, donde un mensaje al móvil que decía solamente “Voy” nos anunciaba que Dani iba a llegar rozando el límite del “llegar tarde” y eso que quedamos en la puerta de su trabajo. Durante la espera, que al final no fue tan larga como habíamos imaginado por el mensaje, descubrimos un libro de Coelho en el coche, que nos dio pie a una amena conversación sobre el futuro nombre de todos mis hijos, que se van a llamar igual según Silvia. Llegado Dani acompañado por su neverita portátil emprendimos la marcha hacia los mojitos, donde descubrieron que cuando no sé ir a donde me piden suelo ser un “poquito” brusco conduciendo (culpa de los guías, por supuesto). En el trayecto hablamos un poco más del libro que me había encontrado en mi coche y de por qué no recordaba que andaba por ahí y llegaron a la conclusión de que yo “Bebo borracho” (copyright Daniel Domínguez). Llegados a la playa nos encontramos con Cárdenas, el último agregado al “plan-mojito”. La tarde transcurrió entretenida entre mojitos y refrescos, hablando de backstage y de cámaras con carcasa submarina, del disco de Moby y de los Iphone, cuando nos percatamos del hambre acumulada. Decidimos bufet chino, donde aparte de comer y comer, hablamos de música (de nuevo) y descubrimos que ¡Dani no es famoso! (ya se… decepcionante, ¿Cómo se puede hacer emisión nacional en los cuarenta principales y no ser famoso?). Tras aprender a decir “no, gracias” a la comida que seguía llegando a nuestra mesa incluso después del postre, nos despedimos del restaurante y de una mujer de morado que se sentaba cerca nuestra y que había sido blanco de una de nuestras conversaciones. Y así terminó la noche, no sin antes haberse dejado Dani olvidada su nevera en mi coche, con sus correspondientes mofas en internet nada más llegar a casa. Anduvimos hablando on line un rato y leyendo poesías hasta que el sueño pudo con nosotros y decidimos dispersarnos.

Prometí escribir una breve reseña del día en mi blog.

No he conseguido que sea “breve”

sábado, 22 de agosto de 2009

Curas de voz y melodía

093 Curas de voz y melodía

«Demasiado grande el escenario» pensaba yo, pero nada de eso. Se llenó completamente de música.

Una pequeña “chispa” prendió el sonido y las notas fueron invadiéndome para descubrir tras la guitarra de Fede a una “escondida” Elena que me regalaba un concierto “íntimo” en la plaza del pueblo. Canción a canción fueron haciéndose pequeños (como los realmente grandes) allá arriba en el escenario y jugaron con las melodías a los ritmos de Nano. Nos regalaron magia, hicieron una receta de cocina, viajamos con ellos a Pekín y Argentina, nos contaron cuentos con “moraleja”, cosieron sin dedal, los miramos temblar y nos dejaron en herencia “todo lo desaprendido”. Y al final de todo se despidieron de una gran noche improvisando “un adiós en su pañuelo”

Saliendo del espectáculo conversamos de música, de fútbol, giras argentinas, de la extraña oficina, de bengalas (jeje),  del volumen II, de comida (mucha comida) y se forjaron nuevas amistades (con la Lole).

En el coche, de vuelta a Málaga, pensé en plasmar en Músico(en)terapia un pequeño y humilde homenaje a Elena [http://musicoenterapia.blogspot.com/2009/08/con-tu-hilo.html], como ya lo hice con Fede [http://musicoenterapia.blogspot.com/2009/07/subiendo-cuestas.html], para agradecerles las curas de voz y melodías.

Muchas gracias por la noche.

viernes, 21 de agosto de 2009

Va llegando el momento

-Dios pedirá cuentas al final - [...] Y yo diré: «Durante una época de mi vida permanecí mirando al viento y me olvidé de sembrar; no disfruté mis días, ni siquiera bebí el vino que me era ofrecido. Pero un día me juzgué preparado y volví a mi trabajo. Relaté a los hombres mis visiones del Paraíso, como el Bosco, Van Gogh, Wagner, Beethoven, Einstein y otros locos lo habían hecho antes que yo.»

(Paulo Coelho - Verónica decide morir)

Va llegando el momento

jueves, 20 de agosto de 2009

El día de hoy

El día de hoy avanza bastante lento. Toda mi habitación me mira, esperando de mí algo parecido al luto.

La luz que amenaza con colarse por mi ventana es contundentemente frenada por el estor celeste. Sólo unos minúsculos rayos se cuelan recordándome que es de día, que es el día. Los pensamientos de mi maceta esperan pacientes a ser plantados. «No es tiempo de pensamientos» me vuelvo a decir como aquel día, y aún lo creo. Los papeles, esparcidos por la encimera esperando pacientes a ser recogidos saben que hoy no va a ser su día de gloria y que quedarán ahí para mañana o quizás pasado mañana. Un tropel de discos que acompañan a estos papeles me preguntan a gritos desde el silencio: “¿Hoy no hay música?”. Pues  no, no la hay, en ningún sitio. He discutido hoy con el teléfono. Demasiadas malas nuevas, demasiados pésames me atacan de nuevo, así que he decidido prescindir de él en un arrebato de libertad. Le di la vuelta al muñeco de trapo, no soporto que me sonría. Una brisa de aire consigue romper la barrera de mi estor en ciertos momentos y mueve al aviador colgado del techo de mi cuarto, con deseos de escapar esta noche, pero irremediablemente preso junto a mis estanterías. Mi cama, deshecha espera que vuelva a hundirme en su centro y -dormir, hacer humo el sueño y olvidarme del mundo por miedo a despertar-* Un par de libretas con canciones a medio hacer reposan sobre mi mesilla de noche junto a La Biblia, el reloj que me regalaron en Puerto Rico, las llaves de mi coche y la rodillera anatómica. También las libretas saben ando débil de verso y prosa y que no es su turno. Sobre el equipo de música un marco de metal con una foto “en misión” y una foto de las últimas de carnet de mi abuelo, y con ella su recuerdo.

Y así pasa el día en mi habitación. Silencioso, lento, melancólico. Como yo.

 

* “El virus del miedo”, de Ismael Serrano

miércoles, 19 de agosto de 2009

Durante estos siete días

Aviso al lector: Puede usted no entender gran parte de esta entrada. Es complicado contarlo. De hecho aún estoy asimilando todo lo que ha pasado en estos 7 días transcurridos.

 

Como siempre la muerte y la vida se entremezclan y eres capaz de sonreír en estos momentos tan grises (este color que detesto desde hace muchísimo tiempo).

La pérdida de mi abuelo, que no es tal si no ganancia, quiero creer y creo, da paso al valor para la despedida con un “ya nos vemos arriba” entre lágrimas y un último vistazo. Después llega la soledad de una sala y una noche en vela, las llamadas telefónicas, el aguantar el llanto y dejar que lloren los demás, el ver a familiares “no habituales”, el cansancio y la falta de fe. Y amanece (Siempre sucede), y me enfrento a la muerte con la vida que me regala el día. Estoy más sereno, resignado, y decido poner a Dios al corriente de todo y empiezo a mover la misa de funeral. Vuelvo a casa a ducharme y lavar las penas, para que estén limpias a la tarde para usarlas. Entonces vuelvo al cementerio y llegan al fin mis visitas, esas que creí no llegar a ver por allí y que guardaron día de silencio haciéndome sentir el abandono a Dios. Me abrazan, los abrazo, les cuento, empiezan a empañárseme los ojos, me vuelven a abrazar… Así descubro que me acompañan en el camino y renuevo mis fuerzas, suficientes ahora para que mi abuelo me escuche cantar a Dios (una de las cosas más bonitas que tiene mi vida) con un nudo en la garganta. Celebramos su funeral y salen a mi encuentro personas que me han acompañado siempre en mi vida, a veces visibles y a veces en lo escondido. Me vuelvo a despedir de mi abuelo y consuelo a mi familia, recuerdo que queda grabado en mi mente y en la llave que, tras la misa, acabó en mi mano. El final de todo esto, recuerdo que son caras amigas y muchos abrazos y besos, alguna llamada telefónica más y una silenciosa vuelta a casa.

Y se abre camino la Vida.

Con la llegada a casa viene la preparación de la maleta y un esperado viaje al que, he de confesar, no quería embarcarme por el reciente dolor. Pero sé que tenía que estar presente en la boda de Alfonso y Virginia (Sed muy felices ahora y siempre) y celebrar el Amor junto a ellos. Así que conduje camino a Cádiz por segunda vez en este verano. Un viaje tranquilo pero extenuante que acabó con el reencuentro con mi hermano Israel (del que ya hablé hace poco) y un plan tentador que consistía en música y grata compañía mirando las estrellas, tumbados en el suelo y escuchando la noche (y al niño del columpio). Al amanecer planeamos la ida al Puerto de Santa María a la boda y a compartir con más hermanos. La boda fue entrañable,  una mezcla entre “cuento de hadas” de Virginia y de “historia pirata” de Alfonso. La fiesta posterior fue un olvidarme de todo y bailar y bailar y cansar el cuerpo para no sentir vacío irreal y compartir con Ixcís, con la familia de Jmv y con el elenco “trovador” durante toda la noche la música y las golosinas de las que de vez en cuando me llenaba las manos y repartía con todos. Amanecí con un mensaje que decía “te olvidaste de mí, no lo esperaba todavía”. El sábado fue un día de “descanso” (por llamarlo de alguna manera) en la playa con mis hermanos, en los que a veces fui feliz plenamente pero la mayoría del tiempo me embargó la melancolía. Tengo que agradecer la compañía cuando me miré mar y estallé contra mi cuerpo (Gracias por sentarte en la orilla en silencio conmigo). El domingo fue la vuelta a Cádiz y las despedidas de nuevo, y los planes de regreso a Málaga donde he sido guía turístico y gastronómico, monitor deportivo, amigo y compañero.

Mi existencia se ha vuelto a inundar de nombres en esta última semana: Pepe (mi abuelo), Jose, Paco, Maleni, Marta, Curro, Antonio M, Trini, Sensi, Sandra, Andrés, Tony, Pepe, Paloma, Rocío, Dieguito, Juanfran, Lorena, Manme (y con ella, el resto de la comunidad de Emaús),Paula, Rocío I,  Víctor P, Maika, Silvia, Dani, Ramiro, Pedro C, Nacho, Israel, Christians, Cristina, José Luis, Javi, Daura, Claudia, Juanan, “Sor Shakira” (tenía que ponerlo…) Carmen, Ángela, Alfonso, Virginia, Maria José, Olivia, Antonio B, Fermín, Leticia, Juan, Felipe, Almudena, Román, Patricia F, Jose Antonio, Marcos, Fran, Elena, Juan S, Manolo… Todos ellos y algunos más que se me olvidan han tomado papeles en mi caótica historia y no sé cómo agradecer a cada uno de ellos el bien recibido. MUCHAS GRACIAS!!

 

Si me preguntan cómo estoy diría que “bien”, porque no sé cómo catalogar mi estado de ánimo. Lo que es seguro es que “mal” no me encuentro. Creo que se me pasó el tiempo de duelo y ya no procede llorar.

Es una sensación extraña.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Mi abuelo

092 Mi abuelo

Tengo siempre el mismo recuerdo de mi abuelo: El salón revuelto, los sofás pegados al mueble y a la cristalera y una estera de esparto desenrollada en el suelo. Mi abuelo cosía esas esteras trenzando el esparto con las manos y luego unía las tiras con una gran aguja con la que siempre me preguntaba si quería que me diera un par puntos. Pasaba las horas y las horas y a veces tenía que dejar el trabajo porque le anochecía y dejaba de ver bien. Luego tuvo que desaprender a coser esparto. Y digo desaprender porque nunca olvidó, pero sus débiles pulmones fueron más fuertes que él y tuvo que resignarse a coser cestas con plástico, más fácil para él y menos cansado.

También lo recuerdo en el campo, caminando de acá para allá buscando palmitos y tagarninas o “tagardinas” como las llamaba. Nunca supe enseñarle a decirlo bien. En ocasiones se llevaba sus trampas para pájaros, algunas hechas por él, se buscaba gusanos en las cañas para cazar pajaritos y cocinarlos, o se pasaba la mañana entera cogiendo caracoles. Muchas veces ha salió herido en sus incursiones campestres, pero él siempre decía lo mismo: “¿Esto? esto no es ná, un arañacillo”

Recuerdo también sus adivinanzas y cómo me contaba sus viajes a campillos o cuando salía de caza con la escopeta de perdigones.

Poco a poco se fue haciendo viejo. Desde que yo tengo memoria mi abuelo es viejo, pero he de reconocer que ha ido perdiendo facultades.

Hoy Dios me lo ha ganado.

Hace casi una hora que recibí la noticia. Esta mañana lo he estado viendo y lo he tenido que cuidar como Dios me ha enseñado. Ya está con Él. A partir de ahora le toca a él cuidarme, como cuando de pequeño me hacían un “hoyito” en la cama, entre mi abuelo y mi abuela, para que no pasara frío en los días de invierno, cuando mi madre y mi padre salían a trabajar.

Hoy Dios me lo ha ganado. Que me lo cuide.

 

 

 

Solo siento que no me haya escuchado cantar. Se conformó con verme en un video y llorar diciendo “Es mi nieto”

lunes, 10 de agosto de 2009

Y ya no sé

No tengo a dónde escapar.

Las paredes de mi habitación me aprietan el pecho. Su celeste claro pierde el brillo tornándose en el color del miedo, el que me lleva persiguiendo meses y meses. Y ya no sé sonreír para contrarrestarme.

Salgo a pasear a la calle y me asaltan ahogados gritos de terror de los seres que se cruzan conmigo. Los veo también en los muros desconchados, en pintadas inmundas y esparcidos por los suelos. Y ya no sé desoírme.

La ciudad se me hace pequeña, no quepo en ella. Se me aloja en las costillas y clava su aguijón en el pulmón izquierdo para notarla a cada suspiro. Y ya no sé si no suspirar por marcharme.

El tiempo me pesa. Quisiera pararlo a golpe de voluntad. Destrozo los relojes que me encuentro en mi camino. Miro al sol con ira ordenándole que se detenga ahí arriba, que no alcance el oeste. No quiero más cuentas atrás. Y ya no sé descontarme.

En ese lugar que llaman casa huele a tristeza. Las marquesinas de las puertas, húmedas de llanto, crujen quejándose por las caras que pasan a su lado. Casi todo es silencio y pesadumbre. Vivimos porque nuestro corazón late, pero somos muertos de pena. Y ya no sé no ser.

Dios está ocupado. Hay tantas cosas que hacer… Me mira en silencio esperando que le hable. Y ya no sé rezar.

 

 

(por favor, no comenten)

domingo, 9 de agosto de 2009

Levántate, come.

«Caminó Elías por el desierto un día entero y finalmente se sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo:

- “¡Basta ya, Señor! Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres”.

Después se recostó y se quedó dormido. Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo:

- “Levántate, come”.

Elías abrió los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua. Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió.Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo:

- “Levántate, come, porque el camino es superior a tus fuerzas”.

Elías se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.»

1 Reyes 19, 4-8

A veces me siento Elías, cansado y con ganas de dejar todo a un lado, de dejar la Vida y resignarme a tener una mediocre existencia.

Pero Dios no me deja tranquilo, me envía ángeles y me da de comer, se calla cuando arremeto contra Él y le grito que me deje en paz con mi elección de muerte, y además me pone en camino hacia el lugar donde me he de encontrar con Él.

Prueba de ello es la lectura de esta tarde, triste por circunstancias. Él, que sabe mi debilidad por este profeta, me hace oír las palabras de aliento del ángel a Elías como si para mí fuesen dirigidas.

¿Qué querrá?

De lo ocurrido el Sábado día 8 de Agosto

Eran las once menos cinco de la mañana cuando llegaba al lugar quedado para ir a la playa con los amigos. Mientras esperaba a que llegaran los demás me cambié del asiento del conductor al asiento del copiloto para poder recostarme un poco. Agarré la almohada del vuelo de Miami – Madrid que traje como “souvenir” y que ahora habita mi coche y me dispuse a esperar. Siendo ya las once de la mañana entendidas por el grupo playero, once y veinticinco hora real (sí, debe ser eso, porque si no es imposible explicarse que lleguen tarde siempre) fueron apareciendo diversos* personajes cargados con bártulos domingueros (siendo sábado) y partimos rumbo a Maro para echar el día compartiendo frente al mar.

El viaje hacia allá fue algo menos que accidentado. Después de confundir el camino nada más empezar y salir por calles erróneas llegando a carreteras sin salida partimos rumbo a la autovía (evidentemente por el camino más largo) con sus correspondientes mofas, que nos acompañaron durante todo el trayecto. El camino fue llevadero, de no ser por los 80 km/h que apenas sobrepasamos debido a la densidad de coches y a que con ataques de risa es difícil conducir a velocidades superiores. La última encrucijada la resolvimos bastante bien tras intentar torcer hacia Granada, buscando la autovía de Almería, ambas con direcciones totalmente opuestas. Situados en el camino correcto logramos llegar a la zona donde íbamos a pasar el día, pero no teníamos claro qué calita escoger, así que nos paramos en una zona y cuando aparcamos volvimos a arrancar buscando otra. Yendo y viniendo tomamos contacto con la playa del cañuelo, donde definitivamente nos quedamos. Es una playa bastante bonita, pero hay que bajar en unas furgonetas de la junta de Andalucía, porque el paso está denegado a los coches, así que estuvimos alrededor de una hora esperando en una parada de autobús, con tropecientas mil personas delante y detrás de nosotros, con un calor sofocante**, y cargados de cosas, para después comprar el billete de “autobús” y bajar, billete que nos reveló que bajábamos a la playa del canuelo con tilde en la “n” (ni siquiera se puede escribir la “n” con tilde en el ordenador…)

El trayecto en furgoneta fue “precioso”: imagina tener una furgoneta de nueve plazas incluyendo el asiento del conductor y que “quepan” como mínimo 11 personas, sin elementos de seguridad, a toda velocidad cuesta abajo por unos caminos de tierra, llenos de polvo hasta las orejas y sin poder respirar muy bien. ¿Lo imaginaste? ¿A que es precioso?

086 De lo ocurrido (8Ago)

… ¡Y llegamos a la playa!. Preparamos sombrillas, toallas, etc. Dispusimos la comida a la sombra para no comerla “al horno” y nos fuimos al agua, cristalina y fresca, profunda y azul. Hicimos expediciones submarinas con la cámara de fotos y la carcasa acuática y disfrutamos del mar reconfortante. Después de eso decidimos comer un poco, así que hicimos un círculo y pusimos la comida en común: tortillas y ensaladas de pasta, patatas, aceitunas y todas esas cosas tipo picnic. Una de las pegas que tiene la playita es que la “arena” es un poco gorda, es decir, que no tiene arena, todo son piedras, así que pasábamos el tiempo en el agua y tumbados en las toallas, salvo Víctor y yo, que tuvimos un ataque de locura y jugamos a las paletas (hoy tengo los pies resentidos).Pronto, Abel y Dani desaparecieron para hacer otra incursión marítima, cámara en mano, y los perdimos de vista un par de horas mientras Víctor nos leía el final de un libro en alemán y Silvia explicaba palabras en español como si se hubiera almorzado el diccionario de la Rae. Pasado ese tiempo comenzamos a preocuparnos y Víctor y yo decidimos “dar un paseo” por la playa para buscarlos pero tuvimos que volvernos a los cien metros, porque si seguíamos íbamos a perder los pies de un momento a otro. Y menos mal que decidimos volver porque el dúo había regresado al campamento por el otro lado de la playa. Era la hora de empezar a recoger y estábamos un poco cansados, así que decidimos volver, y de nuevo esperar las furgonetas con tropecientas mil personas que tuvieron las misma idea. La vuelta en furgoneta igual que la ida… Y regresamos. Eran las diez menos cinco de la noche cuando llegue a casa.

088 De lo ocurrido (8Ago) 087 De lo ocurrido (8Ago)

089 De lo ocurrido (8Ago)

090 De lo ocurrido (8Ago) 

Maravilloso día.

 

*Diversos: Personas con diversidad intelectual.

** Sofocante: Es una palabra que “aprendimos” en la playa y que hay que empezar a usar.

Fotos: Víctor Pozo, Daniel Domínguez, Curro Ayllón…

 

 

 

 

 

(Diez minutos antes de llegar yo llegaron las malas noticias, los disgustos, las ganas de escapar…

Me fui a Benalmádena para ver a mis hermanos, lloré, me llovieron abrazos, conversamos, me contaron sus vidas y yo conté la mía, por capítulos, para no cansarnos y tener más cosas de las que hablar en próximos encuentros.

… Pero todo esto es parte de otra historia que no me apetece contar.)

sábado, 8 de agosto de 2009

Sin hacer mucho ruido

085 Sin hacer mucho ruido

Después del revuelo, de la tormenta, después de enturbiar el agua de mis pensamientos durante varios días (o semanas), la vida por fin me da un respiro.

Parece que todo se ha olvidado. El fin de semana en Cádiz, los días tirado en la cama tocando la guitarra, esa llamada telefónica inesperada de un hermano, el haber dejado las cosas “claras” en las conversaciones pendientes, el pedir una cita para relatar el resto de mi naufragio… Todo lo conquistado en medio de esta nube negra que diría Sabina ha dado fruto. Mi existencia está calmada, la lucha es tregua y el ritmo es pausado.

Los días me ofrecen la oportunidad de disfrutar como cuando estudiante, es decir, “al gusto”. Ayer cené con tres compañeros (y pareja) frente al mar a la luz de la luna. Hablamos y nos reímos. Sufrimos un poco, pero lo justo para saber que seguimos siendo humanos aún en vacaciones, no más. Nos dieron las tantas de la madrugada bebiendo cada uno a su elección (Qué rico el batido de helado de plátano con fresas y zumo de piña…) y conversamos acerca de inquietudes y miedos, de “cosas de niños” y de series de televisión. Esta mañana me levanté y llevé el coche al taller con mi madre y aprovechamos para recorrer el centro comercial el tiempo suficiente como para recordar que odio las compras. No obstante repetimos la operación temprano en la tarde. Volvimos a casa, me probé el traje que usaré en las siguientes bodas por varios años, ajustamos “el largo” del pantalón y me apresuré a ponerme fresco para ir a patinar, aunque ha sido lo que menos he hecho. «Con patines se charla mejor», y es que del banco de la plaza apenas me he movido si no ha sido para volver.

La cuestión es que los días pasan sin hacer mucho ruido. Quizá temen despertar a las nubes que últimamente pululan sobre mis quehaceres, empapando de incertidumbre mis hombros. Sea como sea, se vislumbra el sol, siempre bienvenido.

Por lo pronto, mañana sol, mar y gente querida.

Foto: Antonio Montes (la noche de la cena)

miércoles, 5 de agosto de 2009

Me alegra verte

- El Cuerpo de Cristo.

- Amén.

- Me alegra verte.

[suspiro y sonrío]

(Los malentendidos están un poco borrosos…)

martes, 4 de agosto de 2009

Me apetece descansar

¿Qué será descansar para mí?

Antes de ayer le contaba a Jose Luis que por fin estoy de vacaciones, que no me encontraba con fuerzas para actividades veraniegas tipo campamentos, que tenía un mes por delante y que me apetecía descansar. Él se tomó un par de segundos de silencio, me miró y me dijo: Está bien, pero tendrás que averiguar qué es lo que significa descansar. Después descansa.

Hoy hablando con Pedro por teléfono me ha preguntado qué andaba haciendo y le he contestado que absolutamente nada. Él me ha contestado que “vacaciones” no significa no hacer nada, sino cambiar de actividad. No hacer nada no es cambiar de actividad, es cesarla simplemente.

Creo que se avecina un replanteamiento de mi mes de vacaciones… Si no lo hago sentiré que no estoy de vacaciones ni estoy descansando.

(Dichosos consejos…)

lunes, 3 de agosto de 2009

En Cádiz (2)

Prometí continuar…

Coger el nº5, esperar a la pareja frente al ayuntamiento. Almuerzo en “la huella”, charlar con Paco. El cumpleaños de Yasmina. Comer filetes de pollo empanados con dos huevos fritos, patatas, ensalada y pan (una barbaridad). Quedar en Lubet a las 7. Volver para que Israel se vista de boda. Ir al Puerto de Santa María a recoger a Carmen y Claudia. Llevarlos a la boda. Volver al barrio. Aprovecharme del wifi gratuito y mirar el correo. Volverme un valiente y coger yo solo el autobús nº 2. Llegar 15 minutos antes de lo previsto. Esperar 10 minutos de más a los tardones… Conocer la casa de Yasmina. Ir al “nene”. Cantar cumpleaños feliz unas cuantas veces. Charlar un rato. Volver a casa de Yasmina y meternos de lleno en el culebrón de la tele mientras ella se arregla. Ser maquillado a traición (el brochazo en la cara no me gustó demasiado, te lo advierto). “Una ducha con ropa” accidentalmente. Ir a cenar junto al teatro Falla. Ser ignorado por el camarero y comer hora y media después de sentarme… Celebrar el cumpleaños de Yasmina comiendo pizza (por fin). Ir a “la punta” a hacer botellón (yuju!!). Aburrirme soberanamente. Ser acompañado hasta la parada y hablar con Paco. Ver cómo la gente mira a Paco cuando hace beatbox. Volver en bus, volviéndome de nuevo un aventurero y cogiendo el 1. Mandar mensajes a Israel para recogerlo de la boda. Encontrar un alma caritativa que me diga cuál es la parada en la que tengo que bajarme. Llegar al fin al coche y conducir hasta “el cano”. Recoger a Isra, Carmen y Clau y llevarlas a casa. Las 3 y pico de la mañana. Volver para dormir. Levantarnos a las 10:30 para ir a la playa. Desayunar y prepararnos para tal fin. Llegar a La Caleta en bus. Clavar la sombrilla para desclavarla y ponerla en otro lado. Tumbarnos al sol. Encontrarnos con Cristina y Paco. Un bañito. Recibir a Yasmina y Paco (es que había dos Pacos). Comer y echar el resto de la tarde hasta nuestra partida. Coger el autobús de vuelta. Cambiarnos de autobús por “accidente” (se cayó una mujer y tuvo que venir la ambulancia). Ducha y preparación de la maleta. Recoger a Paco. Despedidas… “no sabes el bien que me has hecho). Emprender el viaje hacia la línea. Ver a mucha gente conocida. Hablar un segundo con Jose Luis. Despedirme de Daura 3 o 4 veces. Ir a ver a Juan y Leti al paseo marítimo. Compartir un rato. Volver a ese lugar que a veces llamo casa.

Fin de la aventura.

(Ha sido genial)

Israel

084 Israel

Empezaría diciendo “es de las típicas personas que…”, pero mi hermano Israel poco tiene de típico.

Primero te quiere, y una vez hecho eso, mira por ti y te cuida. De nada serviría todo lo demás si primero no hiciera eso. Entonces las cosas no llevarían su esencia.

Es capaz de consolar en el abrazo, aunque él no se vea muy experto en esos temas y se forme y haga seminarios de fin de semana. Él no lo sabe aún, pero sí que es experto. Cierto es que no hemos cruzado demasiadas palabras, pero tampoco las necesita. Le basta con ser en silencio y clavar la mirada en tus ojos, como si mirara más allá del cuerpo y viese el espíritu. Puedo corroborar que es capaz de pasarse un rato mirando hasta que te decidas a lanzar la primera palabra. Canta conmigo canciones durante el trayecto en coche como si supiera que pongo la vida en cada una de ellas (Quizá es que realmente lo sabe). El servicio es su máxima, y prueba de ello es que es capaz de alojarme en su casa y prestarme su cama y dormir él en un sofá que le queda pequeño, con tal de que yo descanse y además, decirme “lo volvería a hacer”.

El fin de semana que he pasado en su tierra ha sido, como poco, reparador (ha sido bastantes cosas más), y no porque fuera Cádiz, ni porque fuera el primer fin de semana de vacaciones, ni porque hemos tenido una agenda llena de actividades geniales, sino porque él ha estado ahí, conmigo, aún con boda de por medio.

No contento con el regalazo que me ha hecho este fin de semana, me llama por teléfono (yo olvidé enviarle un mensaje…) y me pregunta qué tal la vuelta, y amenaza con otros proyectos que por mí encantado de realizar.

(Foto: Isra, Cris y yo en la playa de la caleta)

sábado, 1 de agosto de 2009

En Cádiz

“¿Aún me acoges?. Me apetece echar un finde contigo”

Salir de trabajar a la una y media y sentarme en el coche a almorzar, con la idea de salir cuanto antes para no pillar la “operación salida”, que era mentira, porque no había apenas tráfico (o quizá es que la gente es algo sensata y a esa hora está en su casa para comer). Un viaje tranquilo y lleno de esperanzas. Pasar entre los molinos de viento y acordarte de ella y jugarme la vida por contárselo. Llegar a Cádiz y ver a Israel. Acordarme de Nacho. Ver a Isra convertirse en guía turístico y enseñarme la periferia de Cádiz y sus maravillosas vistas. Aparcar en doble fila para ver un parque y encontrarnos el coche “atrapado” por gente que aparca en tercera, cuarta y quinta fila. Rodear la caleta vestidos “de concierto” entre tanto playero. Acordarme de Nacho. Quedar con Cristina y Paco para ir al Puerto Santa María. Perdernos… Cenar e ir al concierto de Claudia. Cantar hasta las 3 y media de la mañana. Acordarme de Nacho.“Necesitaba esto”. Olvidarme de males y días grises, de penas y complicaciones y sentirme en paz. Volver cansados a las 4 de la mañana. Dormir poco. Desayunar con planes. “¿Quieres tostá o pan?” Patinada por Cádiz con pequeña caída y risas incluídas. Acordarme de Nacho. Quedar para comer…

Bueno, por ahora es todo.

Prometo Continuar