Día de Santa Teresa de Lisieux:
[…] Siento en mí la vocación de guerrero, de sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. En una palabra, siento la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, todas las obras más heroicas… Siento en mi alma el valor de un cruzado. Quisiera morir por la defensa de la Iglesia en un campo de batalla… Siento en mí la vocación de sacerdote. ¡Con qué amor te entregaría a las almas! A pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar la tierra, predicar tu nombre. Quisiera ser misionero.
Esta frase me reconfortó: «Ambicionad los carismas más perfectos.»
La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de Amor. Comprendí que sólo el Amor hacía actuar a los miembros de la iglesia; que si el Amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre
Comprendí que el Amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el Amor lo era todo, que el Amor abarcaba todos los tiempos y lugares… En una palabra, ¡que el Amor es eterno!
Entonces, en el colmo de mi alegría delirante, exclamé: Jesús, Amor mío… al fin he encontrado mi vocación ¡Mi vocación es el Amor!
Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado. En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor. Así lo seré todo.
Día también del Cumpleaños de mi hermano Israel:
¡FELICIDADES!
Pues... FELICIDADES!
ResponderEliminarpara él y para ti -por tu "septiembre"-.