El mar más que besar mordía.
Después de haber patinado durante cerca de 12 kilómetros contra el viento me lo esperaba.
Viento que algunos usaban para volar cometas, otros para practicar deportes, y que yo usaba para “soplar sobre las heridas”
De fondo el sonido de las olas y en mi mp3 sin bandera cantando “no me importa impresionar, para eso está el color del mar”
Llegué al lugar que me propuse a la hora de comer y como el viento levantaba la arena me quedé en el paseo, sentado en un banco. Allí he pasado todo el día leyendo y viendo pasar a gente, bajo un sol que hacía de las suyas quemando pieles por la espalda y sin hacerse notar con la excusa de la brisa y oyendo el murmullo de este mar al que me he acostumbrado.
A treinta páginas de acabar “El guardián entre el centeno” di mi veredicto y le negué la oportunidad de llegarme. Necio yo, pensaba que ahí acababa mi historia con este libro cuando de repente las palabras me arañaron en la página 200 y me imaginé oyendo de boca de José Luis lo que el señor Antolini le dice a Holden:
«Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas que al que cae no se le permite llegar nunca al fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo que éste no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo caso dejaron de buscar. De hecho abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera.»
Y sólo dos párrafos después vuelve a atacarme con una frase de Wilhelm Stekel (que ni siquiera sé si es una persona real):
«Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansía morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella»
Al terminar el libro he bajado a la playa, me he mojado los pies, he hecho unas cuantas fotos y he vuelto a calzarme los patines para volver a casa. Un poco más coloradito, que no moreno, un poco más sereno, un poco más grande por dentro.
Me coloco los patines y emprendo el regreso. Enciendo el mp3 y empieza a sonar “No me conozco tan bien”
Un buen día para seguir sanando.
(Me agradó mirarme de frente golpeando las rocas, hacía tiempo que no me veía así.)
Además de morirme de la envidia... y cuando digo envidia digo envidia, es decir, espero que saludases al mar de mi parte...
ResponderEliminarDigo que además de morirme de la envidia, me gusta imaginarte soplando sobre las heridas, leyendo, escuchando al mar
"Abre tus alas al pensamiento
ResponderEliminary déjate llevar;
vive y disfruta cada momento
con toda intensidad
porque creo en ti cada mañana
aunque a veces tú no creas nada."
TE QUIERO, MI HERMANO!! ;)