Empezaría diciendo “es de las típicas personas que…”, pero mi hermano Israel poco tiene de típico.
Primero te quiere, y una vez hecho eso, mira por ti y te cuida. De nada serviría todo lo demás si primero no hiciera eso. Entonces las cosas no llevarían su esencia.
Es capaz de consolar en el abrazo, aunque él no se vea muy experto en esos temas y se forme y haga seminarios de fin de semana. Él no lo sabe aún, pero sí que es experto. Cierto es que no hemos cruzado demasiadas palabras, pero tampoco las necesita. Le basta con ser en silencio y clavar la mirada en tus ojos, como si mirara más allá del cuerpo y viese el espíritu. Puedo corroborar que es capaz de pasarse un rato mirando hasta que te decidas a lanzar la primera palabra. Canta conmigo canciones durante el trayecto en coche como si supiera que pongo la vida en cada una de ellas (Quizá es que realmente lo sabe). El servicio es su máxima, y prueba de ello es que es capaz de alojarme en su casa y prestarme su cama y dormir él en un sofá que le queda pequeño, con tal de que yo descanse y además, decirme “lo volvería a hacer”.
El fin de semana que he pasado en su tierra ha sido, como poco, reparador (ha sido bastantes cosas más), y no porque fuera Cádiz, ni porque fuera el primer fin de semana de vacaciones, ni porque hemos tenido una agenda llena de actividades geniales, sino porque él ha estado ahí, conmigo, aún con boda de por medio.
No contento con el regalazo que me ha hecho este fin de semana, me llama por teléfono (yo olvidé enviarle un mensaje…) y me pregunta qué tal la vuelta, y amenaza con otros proyectos que por mí encantado de realizar.
(Foto: Isra, Cris y yo en la playa de la caleta)
hala! Actualización sorpresa! No me salía en mi blog y la he descubierto por el Facebook!
ResponderEliminarSólo puedo sonreír después de leer!