Mi hermano Juan

Por aquellos tiempos mi navío tenía algunas grietas y yo luchaba por achicar agua y mantener el rumbo. Entonces llegó él, bucanero experto, a mirarme con ojos serenos, a tenderme la mano, a compartir conmigo como si, presintiendo mi zozobra, quisiera salvar lo valioso de mí (que siempre ha sido poco).

…

Mejor vamos a dejar mejor la retórica. Él se merece un homenaje más a su estilo.

Un día, en un encuentro, se acercó a mí con sus bromas, esas que le caracterizan, que lo hacen niño, y entre risas, comentarios como “Tú eres Curro el de Ixcis" y chistes verdes de bicicletas sin sillín (sin más comentarios) se coló en mi vida. No me fue difícil hacerle hueco, él sabe dónde hurgar para encontrar agua. El caso es que puede conmigo, “me tiene ganao” y ahora lo llamo “hermano”.

Vive en una tierra que me enamora, que es mi “Málaga pero en chiquitito”, y ha sido (y es…) capaz de arrastrarme hasta allí con solo una propuesta. Cualquier cosa es excusa suficientemente poderosa como para conducir cuatro horas y pico y pasar un fin de semana con él y su gente, una gente que inspira ternura y calor humano. Debe ser el agua que beben…

Juan, que así se llama, tiene el don de reparar lo que está roto. Una vez me dijo “nunca ha habido nada que curar” pero creo él sabía que mentía, sabe mirar hacia dentro y me vio “hecho una mierda” como después me ha sugerido en alguna ocasión.

“Jode” bastante tenerlo tan a desmano, porque muchas veces necesitaría que me mirase como mira él cuando lo acribillo a vivencias, frunciendo el ceño, como si quisiera decirme “hermano… eres un capullo, pero con cariño”

Es un “regalico” bueno, como si Dios te diera un “beso de padre”, los de la frente, y después un capón (sólo con besos en la frente no se mueve el mundo). A lo mejor por eso lo quiero “muNcho”.

Hoy ha sido su cumpleaños… (te creías que no ibas a aparecer por aquí, ¿eh?)