miércoles, 19 de agosto de 2009

Durante estos siete días

Aviso al lector: Puede usted no entender gran parte de esta entrada. Es complicado contarlo. De hecho aún estoy asimilando todo lo que ha pasado en estos 7 días transcurridos.

 

Como siempre la muerte y la vida se entremezclan y eres capaz de sonreír en estos momentos tan grises (este color que detesto desde hace muchísimo tiempo).

La pérdida de mi abuelo, que no es tal si no ganancia, quiero creer y creo, da paso al valor para la despedida con un “ya nos vemos arriba” entre lágrimas y un último vistazo. Después llega la soledad de una sala y una noche en vela, las llamadas telefónicas, el aguantar el llanto y dejar que lloren los demás, el ver a familiares “no habituales”, el cansancio y la falta de fe. Y amanece (Siempre sucede), y me enfrento a la muerte con la vida que me regala el día. Estoy más sereno, resignado, y decido poner a Dios al corriente de todo y empiezo a mover la misa de funeral. Vuelvo a casa a ducharme y lavar las penas, para que estén limpias a la tarde para usarlas. Entonces vuelvo al cementerio y llegan al fin mis visitas, esas que creí no llegar a ver por allí y que guardaron día de silencio haciéndome sentir el abandono a Dios. Me abrazan, los abrazo, les cuento, empiezan a empañárseme los ojos, me vuelven a abrazar… Así descubro que me acompañan en el camino y renuevo mis fuerzas, suficientes ahora para que mi abuelo me escuche cantar a Dios (una de las cosas más bonitas que tiene mi vida) con un nudo en la garganta. Celebramos su funeral y salen a mi encuentro personas que me han acompañado siempre en mi vida, a veces visibles y a veces en lo escondido. Me vuelvo a despedir de mi abuelo y consuelo a mi familia, recuerdo que queda grabado en mi mente y en la llave que, tras la misa, acabó en mi mano. El final de todo esto, recuerdo que son caras amigas y muchos abrazos y besos, alguna llamada telefónica más y una silenciosa vuelta a casa.

Y se abre camino la Vida.

Con la llegada a casa viene la preparación de la maleta y un esperado viaje al que, he de confesar, no quería embarcarme por el reciente dolor. Pero sé que tenía que estar presente en la boda de Alfonso y Virginia (Sed muy felices ahora y siempre) y celebrar el Amor junto a ellos. Así que conduje camino a Cádiz por segunda vez en este verano. Un viaje tranquilo pero extenuante que acabó con el reencuentro con mi hermano Israel (del que ya hablé hace poco) y un plan tentador que consistía en música y grata compañía mirando las estrellas, tumbados en el suelo y escuchando la noche (y al niño del columpio). Al amanecer planeamos la ida al Puerto de Santa María a la boda y a compartir con más hermanos. La boda fue entrañable,  una mezcla entre “cuento de hadas” de Virginia y de “historia pirata” de Alfonso. La fiesta posterior fue un olvidarme de todo y bailar y bailar y cansar el cuerpo para no sentir vacío irreal y compartir con Ixcís, con la familia de Jmv y con el elenco “trovador” durante toda la noche la música y las golosinas de las que de vez en cuando me llenaba las manos y repartía con todos. Amanecí con un mensaje que decía “te olvidaste de mí, no lo esperaba todavía”. El sábado fue un día de “descanso” (por llamarlo de alguna manera) en la playa con mis hermanos, en los que a veces fui feliz plenamente pero la mayoría del tiempo me embargó la melancolía. Tengo que agradecer la compañía cuando me miré mar y estallé contra mi cuerpo (Gracias por sentarte en la orilla en silencio conmigo). El domingo fue la vuelta a Cádiz y las despedidas de nuevo, y los planes de regreso a Málaga donde he sido guía turístico y gastronómico, monitor deportivo, amigo y compañero.

Mi existencia se ha vuelto a inundar de nombres en esta última semana: Pepe (mi abuelo), Jose, Paco, Maleni, Marta, Curro, Antonio M, Trini, Sensi, Sandra, Andrés, Tony, Pepe, Paloma, Rocío, Dieguito, Juanfran, Lorena, Manme (y con ella, el resto de la comunidad de Emaús),Paula, Rocío I,  Víctor P, Maika, Silvia, Dani, Ramiro, Pedro C, Nacho, Israel, Christians, Cristina, José Luis, Javi, Daura, Claudia, Juanan, “Sor Shakira” (tenía que ponerlo…) Carmen, Ángela, Alfonso, Virginia, Maria José, Olivia, Antonio B, Fermín, Leticia, Juan, Felipe, Almudena, Román, Patricia F, Jose Antonio, Marcos, Fran, Elena, Juan S, Manolo… Todos ellos y algunos más que se me olvidan han tomado papeles en mi caótica historia y no sé cómo agradecer a cada uno de ellos el bien recibido. MUCHAS GRACIAS!!

 

Si me preguntan cómo estoy diría que “bien”, porque no sé cómo catalogar mi estado de ánimo. Lo que es seguro es que “mal” no me encuentro. Creo que se me pasó el tiempo de duelo y ya no procede llorar.

Es una sensación extraña.

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