domingo, 9 de agosto de 2009

Levántate, come.

«Caminó Elías por el desierto un día entero y finalmente se sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo:

- “¡Basta ya, Señor! Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres”.

Después se recostó y se quedó dormido. Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo:

- “Levántate, come”.

Elías abrió los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua. Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió.Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo:

- “Levántate, come, porque el camino es superior a tus fuerzas”.

Elías se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.»

1 Reyes 19, 4-8

A veces me siento Elías, cansado y con ganas de dejar todo a un lado, de dejar la Vida y resignarme a tener una mediocre existencia.

Pero Dios no me deja tranquilo, me envía ángeles y me da de comer, se calla cuando arremeto contra Él y le grito que me deje en paz con mi elección de muerte, y además me pone en camino hacia el lugar donde me he de encontrar con Él.

Prueba de ello es la lectura de esta tarde, triste por circunstancias. Él, que sabe mi debilidad por este profeta, me hace oír las palabras de aliento del ángel a Elías como si para mí fuesen dirigidas.

¿Qué querrá?

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