Día quinto: Fiesta country y nueva tregua
La fiesta de anoche estuvo lejos de ser “difícil de superar” como escribí. De hecho sólo fue “difícil” (sin superar). Cuando hubieron devorado las patatas y gusanitos y bebieron el licor sin alcohol y se hicieron los borrachos decidieron que era demasiado tarde y se quisieron acostar, haciendo que la fiesta durara una hora y media.
Esta mañana el sol se ha colado por entre las rendijas de la persiana, anunciándonos que nos ofrecía un nuevo día de tregua. Nos hemos levantado sobre las 11 de la mañana, hemos cambiado pijama por bañador y hemos asaltado el patio. Hemos desayunado bizcocho y disfrutado de la piscina, la música, las hamacas y el sillón de las siestas. Preparábamos los ingredientes para la paella y ellos disfrutaban de saberse libres de vigilancia (aparentemente) El menú de hoy, diseñado especialmente para días soleados, ha sido paella y melón. Llevábamos posponiéndolo desde el domingo porque la barbacoa se interpuso y ayer hizo “día de sopa”. Tras limpiar los utensilios ha llegado la hora de la siesta. Ellos reposaban a la sombra y nosotros al sol, que también lo merecemos. Justo en ese momento entraba yo en el segundo libro de este campamento y me dejaba fluir entre las páginas igual que un río. Para merendar, Juan ha cogido la batuta y ha preparado un batido con leche, plátanos, galletas, bizcocho y crema de cacao. Nosotros en cambio machacábamos patatas para hacer la ensaladilla de esta noche. Ahora que está todo hecho, pasamos el tiempo haciendo nada con ellos, disfrutando de sus cosas, que también hay que hacerlo.
Mañana nos esperan las maletas, la limpieza, el orden y todas esas cosas de despedida, incluyendo cena fuera. Hoy sin embargo ha sido un tranquilo y bonito día.
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