Tiene la costumbre de zarandear mi cordura y hacerme creer que todo es posible. Siempre me asalta con planes que suponen una capacidad de soñar muy superior a la mía. «Es un embaucador nato», dicen por ahí (y es verdad). Puede ser que no sepa decir que no, o puede que no sepa decírselo a él. La cuestión es que me dejo llevar por sus sueños, los hago míos. De repente me veo en un viaje hacia una tierra familiar, pero a la vez extraña. No consigo comprender qué es lo que hace que sus gentes desarrollen un profundo amor por las personas. Me siento pleno cantando a Dios junto a ellos o simplemente desayunando a su lado. Me embargan sentimientos de afecto, amor, fraternidad, ternura…
Mi pena pesa menos entonces y soy capaz de cargarla con dulzura.
Varias veces me he sorprendido sonriendo.
¿Cómo no darle la gracias a Dios a diario por cruzarlos en mi camino?
Imagen: “smile” de jordache (http://jordache.deviantart.com)
Las cosas de Dios son así!!
ResponderEliminarNo te parece a ti?
Siempre hay que decirle que si,
No nos queda otra hermano, más que dejarnos "embaucar" por él, pero no te confundas, sólo por él.
Sabes que te quiero "Garfio"
Juan, si pasas por aquí, que sepas que te debo un pellizco por apropiarte de mis términos!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYa me has dado el pellizquito al expropiarme el nombre y donarselo a una estupenda caricatura perfecta en sus formas, algo descuidada en su prudencia, y que alterna en chiringuitos poco recomendables, GUAPA!!!
ResponderEliminar