Las once menos veinte de la mañana. Repartidos los desayunos, tomo mi bocata y empiezo mi camino diario. Normalmente paseo entre ellos fijándome en cómo actúan o me quedo al lado de la mesa mirándolos. Hoy mientras me movía he cruzado la mirada con Susana. Es de las que clava sus ojos y apenas parpadea. Al cabo de unos segundos en silencio y sin apartar la vista señala con sus ojos la silla vacía a su lado y da dos palmaditas en la mesa volviendo a amenazarme con sus largas pestañas. Me siento a su lado y miro al frente, sabiendo que ella sigue fijándose en mí “a cara vuelta”. Antes de que le dé una contractura muscular en el cuello, giro la cabeza y rompo el silencio en el que nos habíamos sumergido:
-Te he visto en una foto con un vestido árabe en el campamento.
Su cara se ilumina como cuando se va a decir una genialidad:
-¿Ah, sí? ¿Y viste una foto mía barriendo?
-Sí, y otra pintándote las uñas.- le dije.
- Me gustó el campamento. Estuve una semana sin verte.- me suelta a traición mientras se ríe
- Y te eché de menos - le contesto – pero fueron dos semanas, que yo también estuve de campamento
- ¡Ay mi Curro! – sentenció abrazándome.
Luego volvimos al silencio que habíamos dejado a un lado, mirando ambos al frente, pero ella sonreía.
A veces me sorprende lo fácil que es hacer feliz a alguien. Más bien, a veces me sorprende lo fácil que es ser feliz.
es lo que digo yo, que es muy fácil hacer felices a los demás, tan fácil que no entiendo por qué no estamos ocupados en ello más tiempo al día!
ResponderEliminarlo increiblemente doloroso es que, alrededor de los mas necesitados de felicidad, haya tanto tonto dispuesto a pintar de negro cualquier señal de dignidad.
ResponderEliminarEs el único momento en que el negro deja de ser uno de mis colores favoritos
...para no ser otoño...
ResponderEliminarvaya "pensamiento" genial acabas de plantar en esta Entrada!
Seguro que lucirá durante todo el año porque eres de los que "cuidan" a diario.
Un saludo, "jardinero".